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Informazione sulla pubblicazione:
Recensione: CRAIG A. CARTER, Rethinking Christ and Culture: A Post-Christendom Perspective

 
 
 
Foto Oviedo Lluis , Recensione: CRAIG A. CARTER, Rethinking Christ and Culture: A Post-Christendom Perspective, in Antonianum, 82/3 (2007) p. 589-592 .
Sommario in spagnolo:

Ha pasado más de medio siglo desde la publicación del famoso texto de Richard Niebuhr, Christ and Cultura (1951). Se trata de una obra que ha ejercido una gran influencia en el ambiente teológico norteamericano, sobre todo porque siendo un texto sintético y de ágil lectura, estaba frecuentemente incluido en el canon de libros de obligada lectura en las Facultades de teología de aquella zona. La obra conoció una mínima recepción en el ambiente europeo, donde apenas fue traducida ni tuvo demasiada difusión. Cabe decir que fue más bien ignorada, desgraciadamente, en medio de la avalancha de grandes autores alemanes y franceses que emergían en aquellos años.

Me he preguntado varias veces porqué un libro que considero esencial desde que lo leí, e imprescindible para comprender la evolución de la teología moderna y contemporánea haya sido desestimado por la “teología continental”. Aparte de las cuestiones de particularismo nacional (una sociología de la producción teológica sería iluminante a ese respecto), tengo la impresión de que el problema reside en la capacidad de reconocer un nivel conveniente de pluralismo teológico, en el que varias opciones o tipos pueden coexistir en un mismo espacio cultural o eclesial. En Norteamérica parece algo descontado; en la Europa de los años 50 y 60, no creo. No se trata de un problema ecuménico, sino previo, y que tiene que ver con una mayor o menor flexibilidad en el modo de concebir la tarea del teólogo y la misión de la Iglesia.

Paso al libro de Carter. Se presenta como un intento de revisar el modelo de Niebuhr, que a juicio del autor resulta un tanto obsoleto tras el cambio de las coordinadas sociales y culturales en el mundo occidental, medio siglo más tarde. La clave principal del cambio es que hemos pasado de regímenes más o menos explícitos de cristiandad a una etapa de “post-cristiandad” en la que deben ser repensados las formas de relación entre cristianismo y mundo.

Conviene recordar, para quien no conoce el libro de Niebuhr, que Christ and Culture planteaba cinco tipos de relación entre la revelación cristiana y la sociedad o el mundo. Todos esos tipos tenían raíces bíblicas y en la tradición, y conocían expresiones históricas y contemporáneas en varias confesiones. Se trata de: Cristo contra la cultura; Cristo de la cultura; Cristo en síntesis con la cultura; Cristo en paradoja con la cultura; y Cristo transformador de la cultura. En esta propuesta, los dos primeros tipos representan los dos extremos: máximo antagonismo y máxima asimilación; mientras los otros tres representan propuestas intermedias. Según Carter, Niebuhr no fue imparcial en su presentación, sino que claramente desestimó las cuatro primeras, y sobre todo la del antagonismo cultural, y dejó abierta la quinta opción, que consideraba la que mejor expresaba la sensibilidad cristiana de su tiempo y el ambiente de cristiandad en el que respiraban los teólogos; la opción “de defecto” era el cristianismo transformador.

Una parte del libro de Carter se dedica a presentar de forma sintética la tipología de Niebuhr. A continuación se ofrece una acerba crítica del régimen de cristiandad que, según el autor, no ha traído nada bueno a la Iglesia, y ha pervertido la fe, asimilándola a criterios mundanos (en sus propias palabras, “la cristiandad fue una mala idea”. De todos modos, el fin de ese régimen no se da tanto por una opción cristiana, sino porque la dinámica de la secularización ha superado dicho modelo de organización social. En consecuencia, es inútil querer mantener una visión del cristianismo y de su relación con la sociedad, como si todavía pudiéramos presuponer vínculos orgánicos entre la fe y al ámbito civil. De lo que se trata ahora es de buscar una alternativa al régimen de cristiandad que nos ayude a repensar la fe y su relación con el mundo.

El libro propone algunos criterios para superar el impasse en el que nos encontramos. El criterio fundamental que dirime las expectativas de cristiandad de una visión más fiel al Evangelio es el recurso o no a la coerción violenta, a través de la administración del Estado: mientras se recurre a dicha coerción para imponer los valores cristianos, todavía estamos en el viejo régimen; cuando se supera esa tentación, se abren posibilidades de mayor fidelidad. El nuevo programa apunta a: una santidad que renuncia a perseguir a otros; poner el seguimiento cristiano por encima de las lealtades políticas; predicar el Evangelio también a los gobernantes; separar Iglesia y Estado; renunciar a la teología natural; desafiar a los poderosos; y aprender a pensar más como los judíos que como los griegos (97 ss.).

La segunda parte del libro se dedica a la propuesta de una nueva tipología que corrige sustancialmente la de Niebuhr. Ante todo distingue dos tipos fundamentales: los que todavía confían en el modelo de cristiandad, y los que lo superan. Cada uno de ellos está a su vez subdividido en otros tres tipos: el primero en: Cristo que legitima la cultura; Cristo que humaniza la cultura; y Cristo que transforma la cultura; el segundo, a su vez: Cristo que transforma la cultura; Cristo que humaniza la cultura; y Cristo separado de la cultura. El resto del libro se dedica a dar contenido a cada uno de esos tipos, repasando sus fuentes cristológicas y de la tradición, así como sus diversas manifestaciones ideológicas e históricas. El autor propone también sus propias críticas a cada modelo.

El capítulo conclusivo repasa el argumento central del libro y afirma una vez más el programa alternativo. La cristiandad ha hecho pagar un alto precio a las iglesias, pues exigía su sumisión a las estructuras del mundo y limitaba considerablemente su capacidad de anuncio. Sólo una completa independencia de las iglesias permite evangelizar y aportar novedad y verdadera esperanza a todos, no por constricción, sino sólo por convicción. Por consiguiente, los cristianos nos encontramos ante la necesidad de tomar una decisión entre dos modelos: el de Jesús o el de Constantino, del que derivan diferentes tipos de mesianismo, visiones del poder, de la cruz, distintas eclesiologías, escatologías y formas de discipulado. O se sigue el modelo de cristiandad, con sus complicidades, lo que implica graves riesgos, o se escoge el modelo alternativo, si se quieren evitar las recientes tendencias que identifican la fe cristiana con opciones políticas de derecha, o la reacción de sectores críticos y laicistas. Las iglesias deberían abandonar la tentación de la cristiandad, si quieren ser fieles al evangelio.

El libro de Carter plantea varias cuestiones: una es de carácter más “técnico”, y se refiere a la relevancia de la tipología de Niebuhr y a las correcciones que requiere; la segunda es de carácter historiográfico, y tiene que ver con el juicio sobre la cristiandad y su destino; el tercero es más eclesiológico, en el sentido de proponer un modelo alternativo de vida y organización cristiana en grado de superar el estadio precedente. Trataré de comentar brevemente los tres puntos. En primer lugar, no estoy convencido de la caducidad de la tipología de Niebuhr. Al contrario: la capacidad explicativa del mismo se demuestra en el hecho de que la posición de Carter puede ser perfectamente situada en el interior de la vieja taxonomía (en concreto, el primer tipo, como el mismo Carter reconoce). Debo confesar que, tras estudiar el libro de Niebuhr y proponerlo desde hace años a mis estudiantes de especialización, estaba convencido de que su autor era más afín – como buen luterano – al cuarto tipo o de relación paradójica, que al quinto. De todos modos, el último capítulo de aquel clásico presentaba una teoría sobre la necesidad de optar, lo que dejaba claramente abierta la cuestión sobre la ventaja que podía representar cada tipo, a la luz de las contingencias históricas y personales. No tengo la impresión de que Niebuhr diera por sentada la decisión mejor.

Segundo, concuerdo plenamente con Carter sobre su diagnóstico sobre la agonía del régimen de cristiandad en Occidente, y comparto en parte su diagnóstico sobre sus límites. Ahora bien, creo que es necesario asumir una mejor perspectiva histórica para juzgar dicha evolución, que no obedece sólo a una decisión voluntarista por parte de parte de la Iglesia, sino a condiciones a las que tuvo que adaptarse, y que fueron experimentándose lentamente a lo largo de los siglos.

Sobre el tercer punto sigo abrigando dudas en torno a un dilema tan cerrado como el que plantea el autor. Yo también estoy convencido de que las alianzas con el Estado y las campañas para imponer legalmente valores cristianos son contraproducentes; pero no porque me identifique con los Evangelicals como Carter, sino por criterios liberales, que también pueden ser asumidos por los cristianos. Por lo demás, no deberíamos excluir de entrada nuevas formas de encarnación en el mundo, ni renunciar al diálogo entre fe y razón, también por facilitar la evangelización. Y por último, no entiendo en qué medida se pueda retornar a formas de cristiandad cuando se han alcanzado ciertos niveles de secularización efectiva.



 
 
 
 
 
 
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