Inizio > Pubblicazioni > Vazquez Janeiro Venerdì 03 maggio 2024

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Recensione: Synodicurn Hispanum, dirigido por Antonio García y García. III: Astorga, León y Oviedo, por F.R. Aznar Gil, F. Cantelar Rodríguez, J. Fernández Conde, A. García y García, J.L. Pérez de Castro, J. Sánchez Herrero

 
 
 
Foto Vazquez Janeiro Isaac , Recensione: Synodicurn Hispanum, dirigido por Antonio García y García. III: Astorga, León y Oviedo, por F.R. Aznar Gil, F. Cantelar Rodríguez, J. Fernández Conde, A. García y García, J.L. Pérez de Castro, J. Sánchez Herrero, in Antonianum, 60/1 (1985) p. 198-200 .
Sommario in spagnolo:

Como hemos indicado ya en recensiones anteriores (Antonianum 56 [1981] 837-39; 58 [1983] 505-506), el Synodicurn Hispanum se ocupa délos sínodos diocesanos ibéricos desde el concilio IV de Letrán hasta el concilio de Trento, ofreciendo noticias de su celebración y editando críticamente los textos sinodales, cuando existen.

Este tomo tercero está dedicado a la actividad sinodal de tres ilustres diócesis: Astorga, León y Oviedo. En total, 42 sínodos, pero sólo de la mitad se conocen y se editan las constituciones. La actividad sinodal de Astorga es nula para los siglos XIII-XIV y está representada pobremente en los siglos XV-XVI con solos 5 sínodos, conservándose las constituciones de dos de ellos (1444, 1553); León cuenta con 16 sínodos, de los cuales 9 con texto; Oviedo con 21, pero sólo 10 con texto.

Si, como consta documentalmente (p. 229), en algunas diócesis, por ejemplo León, había costumbre de celebrar sínodo anualmente, tenemos que reconocer que el Synodicurn refleja una mínima parte de la actividad sinodal que realmente existió. Esto no resta importancia al Synodicurn Hispanum. Más bien, se la da, y en una doble dirección: de cara al pasado, tenemos aquí reunidos en un corpus, y críticamente depurados, los disiecta membra de una importante institución eclesial, localizados hasta la fecha tanto por los miembros colaboradores del Synodicurn como por otros investigadores; de cara al futuro, el Synodicurn constituye un punto de partida obligado y un eficiente acicate para ulteriores investiga­ciones sobre el tema.

En el prólogo se explícita escrupulosamente la parte de trabajo que correspondió a cada uno de los colaboradores. Esto, que a primera vista pudiera aparecer como un elemental deber de justicia distributiva — «uni-cuique suum » —, es revelador asimismo, y sobre todo, del exigente método de trabajo en equipo con que es realizada esta magna empresa científica. La parte de cada especialista es sometida invariablemente a la revisión o a la colaboración de otro u otros; y el todo, dirigido y coordinado por A. García y García. Concurren, pues, todas las garantías que se exigen para una obra científica seria.

Los textos sinodales son fuentes riquísimas para estudiar los aspectos más variados de la iglesia y sociedad locales de la época correspondiente. Los historiadores sabrán hacer largo uso de ellas. Me interesa registrar aquí alguna que otra noticia relativa a la historia de la teología y de la Orden franciscanas. La primera se refiere a la Summa angélica de Angelo Carletti da Chivasso  OFM   (f   1495),  de la que  el  texto del  sínodo de Astorga de 1553 toma explícitamente el verso que resume las siete obras de misericordia espirituales (Summa angélica, s.v. « Misericordia » [Vene-tüs 1525] fol. 578r)  e implícitamente  el  verso que compendia las  siete corporales (ibid., s.v. « Elemosyna », fol. 242). A propósito de la edición de este texto (Valladolid  1553),  que es  la única que  trasmite el  texto que aquí se reedita, advierten los editores del Synodicum que es una ed. «bastante descuidada », que, a pesar de una extensa fe de erratas, « quedan infinidad de errores tipográficos », y que la moderna ed. « intenta subsanar todas estas deficiencias » (p. 17). Tengo para mí que se trata no sólo de errores tipográficos, sino también de descuidos y confusiones en el mismo texto sinodal original;  existe, en  efecto, un verdadero galimatías en el uso de los dos lugares citados de la Summa angélica: los encabezamientos de los versos están trastocados, el « unde versus » del verso de las obras corporales pasó al verso de las obras espirituales, y el « VII in hoc versu contenta» de las obras  espirituales  pasó  a  encabezar  el verso  de  las obras corporales; más  curioso  todavía  es  que,  mientras  se  respeta  el orden de los verbos en el verso que sintetiza las obras de misericordia espirituales, se alteró el orden de presentación de dichas « obras » que sigue la Summa, quedando así anulado el valor mnemotécnico del verso. Esta manipulación no puede atribuírsele al tipógrafo vallisoletano, sino al autor u ordenador de las constituciones sinodales;  en cambio, del tipó­grafo del siglo XVI son tal vez los dos errores, uno de comisión y otro le omisión, que pasaron al Synodicum, p. 36, lín. 359-360:   « Pasco, poto, colligo, lego, visito, libero', verso que, según la Summa Angélica, fol. 242 de la citada edición, suena así:   « Pasco, poto, colligo, tego, visito, libero, condo».

Otra noticia de interés franciscano está contenida en la epístola del obispo de Oviedo, Guillermo de Verdemonte (« Guillermo García Manriue», escribe algún autor reciente), del 10 de noviembre de 1411, en la i éste aconseja a los fieles de su obispado, y les estimula con la conísión de indulgencias, a dar limosnas a los franciscanos, prefiriéndolos a los los demás mendicantes, a no ser los « de san Lázaro ». J. de Castro,

Árbol chronologico (Salamanca 1722-Madrid 1976) 182, ofrece el texto más antiguo, aunque en todo igual al de las dos ediciones que citan y de que se sirven los modernos editores (pp. 451-52). Lo que interesa hacer notar es que la epístola del obispo habla, en general, « de los frayres de San I Francisco »; por tanto, no creo sea justo considerar la carta en relación I sólo con los « franciscanos de la Observancia », como hizo el ponderado I historiador A. López  {El Eco Franciscano 34  [1917]  43-44)   siguiendo en I esto a L. Waddingo, Annales Minorum, ad an. 1411, 9 (Ad Claras Aquas I 1932) 436.

Por último, una alusión al franciscano Alfonso de Arguello, maestro en teología; se le menciona en este volumen, como obispo de León; se volverá sobre él, como arzobispo de Zaragoza, en el volumen correspon- | diente; en ese futuro volumen será la ocasión de matizar lo que se afirma en el presente (p. 294): que Martín V lo elevó al arzobispado de Zaragoza en 1419, « a instancias del monarca de la Corona de Aragón Fernando 1 el de Antequera »; éste había muerto en 1416, un año antes de la elección de Martín V, y tres antes de la promoción de Arguello.



 
 
 
 
 
 
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