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Recensione: Catecismos de Astete y Ripalda, ed. crítica preparada por L. Resines

 
 
 
Foto Larranaga Tomas , Recensione: Catecismos de Astete y Ripalda, ed. crítica preparada por L. Resines, in Antonianum, 65/4 (1990) p. 680 .
Sommario in spagnolo:

Astete y Ripalda: los dos catecismos que desde el siglo XVI han servido a los españoles e hispanoparlantes para aprender los rudimentos de la fe cristia­na, y por ello sinónimos, en toda el área hispanoparlante, de la catequesis tra­dicional de la Iglesia. Baste un dato: a principios del siglo XX se usaba el cate­cismo de Astete en 23 de las diócesis españolas, y en otras 17 el de Ripalda (p. 5).

En una amplia y bien documentada introducción, el autor de esta edición crítica nos describe el ambiente religioso del siglo XVI en España; con el telón de fondo de la excisión protestante en Europa y de la contrareforma del Conci­lio de Trento, nos descubre el fenómeno de la proliferación de catecismos en aquel tiempo (enumera hasta un centenar en el siglo XVI) para vencer la plaga contemporánea de la ignorancia religiosa del pueblo y aun de gran parte del clero, bajo la inexorable vigilancia de la omnipresente Inquisición española en la cumbre de su poder represivo.

Así puede situar bien, en la primera parte de la obra, el catecismo de Ga­spar Astete (1537-1601), jesuíta de Salamanca: después de un estudio muy esmerado del catecismo y de las correcciones, mutaciones y añadiduras que ha tenido a lo largo de los siglos, presenta una edición crítica del texto (pp. 101-200), con indicación precisa de las variantes en las numerosas ediciones.

En la parte segunda hace otro tanto con el catecismo de Jerónimo de Ri­palda (1535-1618), jesuíta nacido en Teruel, para darnos igualmente la edición crítica de su catecismo (pp. 247-399), con igual precisión en las variantes.

Así, en la parte tercera, realiza la confrontación entre ambos catecismos, para determinar su dependencia y sus fuentes. Yuxtaponiendo numerosos tex-stos paralelos, llega a mostrar que Ripalda depende de Astete, y éste de Juan de Avila; e identifica otras fuentes comunes en los documentos oficiales de va­rios Sínodos contemporáneos de España.

Es normal que los catecismos reflejen las vicisitudes teológicas y religiosas de la historia. Yo que me inicié en la doctrina cristiana con «el Astete», no puedo menos de recordar con simpatía aquella expresión célebre que repetía­mos a gusto, y que, según se muestra en esta obra, viene de Juan de Avila (pp. 124 y 421); a la pregunta sobre lo que se debe creer además de los artículos de la fe, se respondía muy solemnemente: «Eso no me lo preguntéis a mí que soy ignorante; doctores tiene la santa Madre Iglesia que lo sabrán responder». Ahora que me encuentro enseñando teología, no puedo disimular la impresión de que el viejo catecismo confiaba demasiado en los doctores.



 
 
 
 
 
 
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