Oviedo Lluis ,
Recensione: FRANCISCO CONESA, Dios y el mal. La defensa del teísmo frente al problema del mal según Alvin Plantinga ,
in
Antonianum, 72/2 (1997) p. 322-323
.
Sumario en español:
El « problema de la teodicea» es objeto de un profundo debate en el seno de la filosofía de la religión, tanto continental como angloamericana. No es extraño que los esfuerzos por «pensar la religión» en su forma objetiva, es decir, en lo que se refiere a los contenidos de las creencias profesadas, se centre en la cuestión de la compatibilidad entre la existencia de Dios y el mal en el mundo; se trata de uno de los factores más resistentes a todo intento de racionalización del discurso religioso, por lo que plantea una frontera común para los filósofos no creyentes y los teístas, que encuentran en este tema una óptima arena en la que plantear sus argumentaciones.
El libro de F. Conesa que presentamos ofrece una magnífica recopilación del estado de la cuestión en sede angloamericana y un análisis pormenorizado de la posición de uno de los representantes más cualificados del bando teísta: A. Plantinga. En efecto, la obra recoge a lo largo de la primera parte (41-159) una amplia recensión de las diferentes posiciones en torno a la cuestión de la teodicea, a partir de la declaración que formulara J. L. Mackie a mediados de los años 50 sobre la inconsistencia entre proposiciones que sostengan que Dios existe y que existe el mal. A esta posición más «lógica» hay que añadir las versiones «evidencial» (o probabilis-ta) y «existencial» del problema del mal, que plantean los «ateólogos» contra los esfuerzos de los teístas por sostener la plausibilidad de la hipótesis del Dios omnisciente, omnipotente y bueno. La respuesta por parte de los teístas ha dado como resultado «defensas» (o intentos de desmontar las tesis contrarias) y «teodiceas» (o tentativas de mostrar lo razonable de la posición teísta). Dentro de las «defensas» se especifican las basadas en el argumento del «libre albedrío», las epistémicas -que intervienen sobre la coherencia lógica del contrario -, las que sostienen la tesis del mejor mundo posible y las que apelan a la limitación cognoscitiva del hombre. Las «teodiceas» se agrupan en cinco tipos: de la formación del alma, de la libertad, de la ley natural y la espiritual; a ellas hay que añadir la posición crítica de quienes desde la fe niegan legitimidad a todo intento de «teodicea». El autor expone el debate en curso a partir de una clasificación bastante precisa de las distintas posiciones, lo que ayuda a comprender los argumentos y a seguir el progreso de la discusión.
Las partes segunda y tercera del libro son más analíticas y desentrañan la argumentación defensiva de A. Plantinga de forma minuciosa. La segunda parte (169-328) se propone analizar la defensa frente a la «versión lógica» del problema del mal. La comprensión de la estrategia de Plantinga no sería posible sin la explicación previa de la semántica de los «mundos posibles», que le sirven para formular dentro de la lógica modal el argumento clásico del libre albedrío. Para el fin que es concebido dicho argumento - mostrar la consistencia entre la existencia de Dios y del mal - se requiere además una comprensión más matizada de la libertad y un sentido «incompatibilista», o que escape de todo determinismo. También las nociones de «omnipotencia» y «omnisciencia» sufren retoques en el contexto de la argumentación, que debe saltear numerosas objeciones de los críticos en el curso del debate; la cuestión se centra entonces en torno a qué mundos posibles puede actualizar Dios sin que su omnipotencia sea puesta en cuestión; el filósofo americano concluye que «Dios mal moral» (309). La to limitaciones que parte, en especial las ampliamente aceptadas.
La tercera parte del problema del mal de probabilidad: ante bable la existencia de tinga, quien en primer habilidad para afirmar tra los teístas; en un a la conclusión de que demostrar que «Dios donar su tesis de que filosofía de la relig" dentro de los cuales puesta más positiva tuar las creencias reí cas» y no derivadas de la misma noción ateológico evidencialista a su ámbito más natural mología (415). Conesa recogen las abundantes defensa del teísmo, a pesar de todo, el al creyente - a presentar basta tal «defensa» sible y necesario alg tico de Plantinga, al sible y conveniente,
La valoración tenido como por el la filosofía de la reli bate en torno al probl los límites del plant típicos de toda filosofía circularidad que de ahí a la metafísica ver a empezar. Conesa peligro de olvidar las introduce la reflexión cierra el círculo de la facción que experiment cuando sabe reclamar concluye que «Dios no puede crear un mundo que contenga bien moral pero no mal moral» (309). La estrategia de defensa de Plantinga contiene a pesar de su éxito limitaciones que el autor del estudio pone en evidencia al final de la segunda parte, en especial las «violencias» que se ejercen contra concepciones teológicas ampliamente aceptadas.
La tercera parte (329-443) estudia la «defensa frente a la versión evidencial del problema del mal», es decir la que traduce la dificultad lógica en una cuestión de probabilidad: ante el mal en sus múltiples manifestaciones se vuelve poco probable la existencia de un Dios bueno. El autor muestra el camino trazado por Plan-tinga, quien en primer lugar recoge las distintas acepciones del argumento de probabilidad para afirmar que ninguna de ellas puede traducirse en un argumento contra los teístas; en un segundo momento se describe cómo el filósofo americano llega a la conclusión de que aún en el caso en que la argumentación del ateólogo pudiera demostrar que «Dios es improbable respecto del mal», no obligaría al teísta a abandonar su tesis de que Dios existe. Conesa añade un estudio de los elementos de la filosofía de la religión de Plantinga, que se fundan en una epistemología propia, dentro de los cuales se reformula la objeción evidencialista para obtener una respuesta más positiva. La epistemología del «funcionamiento adecuado» ayuda a situar las creencias religiosas, cuyo estatuto es ser creencias «adecuadamente básicas» y no derivadas de otras proposiciones. Ese carácter previo se pone por delante de la misma noción de probabilidad o improbabilidad con que juega el argumento ateológico evidencialista. Esta salida supone el retorno del problema de la teodicea a su ámbito más natural: la metafísica, después de pasar por la lógica y la epistemología (415). Conesa concluye la última parte con un capítulo crítico en el que se recogen las abundantes observaciones que se han formulado a esta vía positiva de defensa del teísmo, sobre todo a su aparato epistemológico; el autor mantiene que, a pesar de todo, el esquema de «defensa» funciona y obliga al ateólogo - más que al creyente - a presentar nuevos argumentos. La cuestión que sigue en el aire es si basta tal «defensa» ante la versión evidencialista del problema del mal o si es posible y necesario algo más, una «teodicea». Conesa se distancia en este punto crítico de Plantinga, al reconocer frente al filósofo americano que una teodicea es posible y conveniente, aunque no sea - estrictamente hablando - necesaria.
La valoración de la obra que he presentado es muy positiva, tanto por el contenido como por el orden de la exposición, que permite adentrarse en el mundo de la filosofía de la religión angloamericana en un punto concreto pero central: el debate en torno al problema del mal. El autor muestra de forma convincente también los límites del planteamiento analítico, que podrían ser reconducidos a los límites típicos de toda filosofía de la religión, de los cuáles el mayor es probablemente la circularidad que condena a la reflexión a transitar de la lógica a la epistemología, de ahí a la metafísica y de ahí a la antropología o a la dimensión subjetiva para volver a empezar. Conesa lo insinúa en las últimas páginas de su libro cuando alude al peligro de olvidar las implicaciones existenciales del problema y la diferencia que introduce la reflexión teológica al respecto: el retorno al sujeto concreto que sufre cierra el círculo de la reflexión, que reclama una respuesta a otro nivel. La insatisfacción que experimenta toda teodicea puede ser también causa de su grandeza, cuando sabe reclamar una voz diferente
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