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Recensione: RODNEY STARK, One True God: Historical Consequences of Monotheism

 
 
 
Foto Oviedo Lluis , Recensione: RODNEY STARK, One True God: Historical Consequences of Monotheism , in Antonianum, 77/3 (2002) p. 593-595 .
Summary in Spanish:

Rodney Stark es uno de los autores más importantes en el actual panorama de la sociología de la religión. Con sus numerosos libros y artículos ha tenido el indiscutible mérito de haber agitado las aguas remansadas de esa disciplina, al proponer una interpretación radicalmente distinta de las dinámicas religiosas en las sociedades avanzadas, lo que se ha dado en llamar “el nuevo paradigma”. Básicamente se trata de una inversión de la “tesis de la secularización” que dominaba el panorama sociológico, y la percepción de una mayor complejidad en ese campo, donde también se registran momentos de recuperación o reafirmación religiosa. Su otro gran mérito consiste en haber descargado a la disciplina de los prejuicios y de la carga ideológica (anti-religiosa) que la había marcado desde sus inicios. Con Stark, hacer sociología de la religión no implica sospechar de lo que “hay detrás” de los fenómenos religiosos, ni desprestigiar el mundo de las creencias trascendentes en nombre del rigor científico.

Stark aprovecha su caudal de conocimientos y su innovación metodológica para proyectos de carácter más divulgativo, dirigidos al gran público, como es el caso de la obra que presentamos, aunque sea publicada por una prestigiosa editorial universitaria. Seguramente es en el campo divulgativo donde se juega – quizás con más fuerza – el predominio de las ideas o de las grandes concepciones culturales, lo que justifica el empeño del autor en dedicar energías a cambiar un estado de opinión demasiado extendido.

El libro se presenta como un estudio sobre el monoteísmo; su tono es sobre todo histórico o de “historia de las religiones” y se centra de forma particular en el caso de la religión de Israel. Su intención es mostrar las importantes correlaciones entre las creencias religiosas y otros ámbitos de la vida personal y colectiva, como en su tiempo hiciera el magistral estudio de Max Weber.

Las ideas centrales del libro pueden ser resumidas de forma sumaria. Tras una revisión de varias teorías sobre los orígenes y desarrollo del monoteísmo, Stark muestra el vínculo profundo entre esa forma religiosa, que exige exclusividad y rigor moral, y el impulso misionero, en contraste con otras concepciones de lo divino. De ahí la fuerte expansión y final predominio de las creencias monoteístas. El ejemplo de Israel es significativo de cómo la religión de un pequeño grupo de personas pudo extenderse y persistir.

El autor intenta profundizar su tesis a través de un estudio histórico de las misiones en el Islam y en el cristianismo, donde sus sucesivas oleadas tienen que ver con la intensificación de sus convicciones o el surgimiento de nuevos grupos con mayor intensidad religiosa. De hecho, la contraprueba la aporta el fracaso de las llamadas “misiones liberales”, que partían de un ambiente de convicciones menos radicales y de una cultura más tolerante y pluralista (98 ss.). A partir de esa tesis, el autor desarrolla una teoría que explique los fenómenos de violencia y persecución religiosa, de nuevo valiéndose del caso paradigmático del antisemitismo. El exclusivismo que exige la fe monoteísta está en la base de los impulsos de exclusión hacia los que profesan otros credos. Pero Stark aporta en este caso un dato nuevo: los fenómenos de persecución antisemita son más bien “conflictos colaterales” en diversos escenarios de tensión y guerra religiosa (contra el Islam, contra herejes...) (162ss.), mientras que en los tiempos de relativa calma o falta de amenazas, las escenas de antisemitismo son más bien raras.

La siguiente tesis que defiende el autor se refiere a las razones de la persistencia religiosa, incluso en ambientes hostiles; son básicamente: la fe monoteísta exclusiva, la frecuencia y exclusividad en la participación ritual, la “encapsulación” o reducción a grupos separados e identificables, y su base literaria, o su fuerte implicación en textos sagrados. Todo ello justifica una fuerte voluntad de resistencia que promueve la solidaridad interna. Los fenómenos de persistencia y, en contraste, de asimilación de comunidades judías en distintos ámbitos, propone una vez más el caso de estudio para verificar la teoría.

Por último Stark ofrece una teoría del “pluralismo y de la civilización”, que básicamente pone en evidencia el contraste entre la exigencia civil de convivencia pacífica a través del respeto al pluralismo, por un lado, y el interés exclusivista de las religiones monoteístas. El autor renueva su visión de que sólo las sociedades decididamente pluralistas consienten al mismo tiempo un alto nivel de civilización y de sincera adhesión religiosa, como es el caso de Norteamérica. De todos modos parecen persistir en las sociedades plurales algunos conflictos, no tanto entre religiones, sino entre secularistas y creyentes de distinto credo.

Para los conocedores de la sociología de Stark, el presente libro no ofrece muchas novedades, aunque sí una presentación coherente de sus ideas al alcance de lectores no especializados. Seguramente esta obra seguirá alimentando la polémica que desde hace años se concita en torno a su autor y a sus teorías. Básicamente se trata de saber si las dinámicas religiosas se rigen por causas fundamentalmente internas al ámbito religioso, como sostiene Stark, o si más bien dependen de causas externas, como es la presión que pueda ejercer el ambiente cultural o la modernización social.

Con Stark, la sociología de la religión recupera el gusto por las “grandes teorías”, en grado de conectar tendencias generales en un escenario macro. No deja de despertar una cierta fascinación y un interés más allá de los especialistas, pues en ellas se dan cita una gran erudición, coherencia y capacidad explicativa de amplios fenómenos históricos. Sin embargo, no se pueden ignorar los inconvenientes asociados a dicha audacia teórica, tan escasa en nuestro tiempo. Las grandes interpretaciones históricas presentan un marco global que arroja bastante luz sobre la marcha de las cosas, pero la historia suele mostrarse más compleja y particular, reacia a menudo a las grandes leyes o a las macroexplicaciones, también en la historia de las religiones. De este modo, queda a menudo pendiente la tarea de verificar en cada microepisodio de los procesos religiosos la validez de las tesis generales. Considero que no podemos dejar de tomarnos en serio dichas visiones, aunque a los discípulos y seguidores de Stark les queda a menudo la tarea de refinarlas con instrumentos más adecuados, como ha sucedido ya con otras teorías generales propuestas años antes por el autor.

 

 



 
 
 
 
 
 
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