Carbajo-Núñez Martín ,
Pastoral parroquial en la era digital, (25.06.2025), (36),
in
Blog: www.cssr.news, 36-ES (2025) p. 2
.
Con el progresivo afianzamiento de la cultura digital, se han diversificado las formas de entender tanto la identidad del sacerdote como la del cristiano en general. Este cambio ha repercutido también en el modelo predominante de Iglesia, que debe adaptarse a una sociedad marcada por la comunicación horizontal e interactiva1.
En este contexto social, la gente ya no solo espera instrucción doctrinal, sino una «cercanía real y cordial» (EG 199), que lleve a compartir «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren» (GS 1). Más que administrador de sacramentos o gestor de estructuras, el sacerdote está llamado a ser testigo vivo de «la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros» (JCS 2010).
1. Un ámbito adecuado para potenciar las actividades eclesiales
En la actual sociedad mediática, el sacerdote necesita formarse en la comprensión y el uso de los medios digitales. Esto le capacitará para orientar a los feligreses en el uso responsable de estas herramientas y para adoptar una comunicación más efectiva en la misión pastoral.
Por desgracia, un estudio reciente revela que «el uso de las Redes sociales no forma parte relevante en la planificación y actuaciones de los sacerdotes en España» (Fandos 2023, 113). Asimismo, los rectores de seminarios de seis países anglófonos afirmaban, en 2017, que los nativos digitales no son conscientes de que las redes sociales pueden reducir su capacidad de establecer amistades auténticas (Gautier 2017, 36). De doce temas importantes para la evangelización, esos rectores situaban el conocimiento de las tecnologías de Internet en el puesto sexto y la inteligencia artificial en el último (ibid. 29). Sin embargo, la mentalidad está cambiando. Un estudio reciente en Italia concluye que el 99 % de los seminaristas están presentes en Internet, y 88 % considera que ese ámbito puede ser útil per la pastoral.
Los grupos parroquiales pueden compaginar los encuentros presenciales, que son indispensables, con otros momentos en línea para orar o reflexionar juntos. Esto ayudará a reforzar la vida del grupo y a que nadie se desconecte a causa de las dificultades que encuentra para asistir a todas las reuniones. Cada joven debe sentirse implicado no sólo en la realización concreta de algunas actividades, sino también en el discernimiento de las necesidades que ellos pueden afrontar en aquel contexto social y en los pasos que haya que dar para llevarlas a cabo. Al hacer balance de los resultados, se deberá favorecer también el testimonio en primera persona de la experiencia vivida.
2. Integrando el espacio digital con el anhelo de la comunidad física
Es importante recordar que «las relaciones establecidas mediante la electrónica no pueden reemplazar completamente los contactos humanos directos, que son necesarios para una auténtica evangelización» (JCS 2002, 5). Por lo tanto, el uso de estas herramientas debe integrarse como un complemento que potencie, pero nunca sustituya, la riqueza del encuentro personal en la vida comunitaria cristiana.
«El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad» (EG 88).
El anhelo de comunidad que se manifiesta en las redes sociales debe encontrar también una respuesta acogedora en la parroquia. Los fieles buscan en ella un espacio humano, más que geográfico, donde puedan encontrar respuestas creativas a los desafíos personales y comunitarios.
«Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso» (JCS 2019).
La parroquia no es solo un lugar para recibir enseñanzas, sino un ámbito para compartir la vida misma. El párroco tiene la misión de garantizar que «todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del evangelio» (EG 114).
Conclusión
«La buena nueva del Evangelio se difundió en el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de corazón a corazón» (JCS 2021). Esto no impidió que San Pablo compaginara la presencia en sus comunidades con las cartas que les enviaba cuando estaba lejos.
También hoy la Iglesia, descrita como «una red tejida por la comunión eucarística» (JCS 2019), puede encontrar en las plataformas digitales un recurso valioso para coordinar actividades eclesiales, promover la evangelización y fortalecer la participación de los fieles en la vida parroquial. Ese contacto en línea debe orientarse a reforzar la aceptación mutua y el encuentro personal en el mundo físico, promoviendo un tránsito «del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad cristiana» (JCS 2002, 3).
Como San Pablo, debemos alimentar el «ardiente deseo de ver vuestro rostro» (1Tes 2,7; 3,10), pues sólo así el gozo será completo (2Jn 1,12; Mt 24,31)
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(1) Estos párrafos forman parte del número monográfico que el autor ha escrito para la revista “Vida Religiosa”: Carbajo-Núñez Martín, «Mundo digital y vida consagrada» en Vida Religiosa 2 (2025) (todo el número monográfico),
(2) JCS = Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
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